UNA SONRISA ENTRE LOS ESCOMBROS El adobe sucumbió en Verapaz
La destrucción del pueblo no solo se refleja por las largas hileras de casas destruidas; se siente en el aire, se mira en los rostros de los habitantes de Verapaz. Las toneladas de adobe cubren casi todas las calles del pueblo; las tiendas de campaña y las brigadas de ayuda nacional e internacional se encuentran a cada momento. Los residentes y las maquinas todavía buscan algunas personas que fueron soterradas; algunos aún no terminan de asimilar la tragedia.
“La situación en el pueblo es caótica…tenemos completamente destruido el municipio: la ciudad, los ocho cantones y los tres caseríos”, dice el alcalde de Verapaz, Valentín Alfaro. No es para menos: 24 fallecidos, cien lesionados, 7 mil damnificados y 850 viviendas destruidas. Los primeros cálculos reflejan un 95 por ciento de destrucción de la ciudad. Un recorrido por las calles de Verapaz da testimonio de la magnitud de la tragedia, en donde las edificaciones que aún siguen en pie se pueden contar con los dedos de una mano. Los servicios de agua, energía eléctrica y telefonía aún no han podido ser restablecidos, empeorando la ya difícil situación de la población.
Las cifras oficiales a nivel nacional de este segundo terremoto de 6.6 en la escala Richter justo un mes después -13 de febrero- del primer sismo, reportan unos 300 fallecidos, cerca de 3 mil heridos y unos 120 mil damnificados. Muchos de las poblaciones que no sufrieron estragos durante el primer terremoto del 13 de enero pasado, ahora fueron duramente golpeados, principalmente en los departamentos paracentrales de San Vicente, Cuscatlán y La Paz.
En el cantón el Carmen, a unos veinte minutos de Verapaz, las imágenes se repiten; solo que aún más trágicas. Aquí ninguna vivienda soportó la sacudida; las pocas que aún conservan sus paredes de pie, son inhabitables.
El terremoto parece haber tratado con mayor furia la escuela de esta comunidad. Su suelo y paredes reflejan mayor poder de destrucción que en unas casas a pocos pasos del centro de estudios. Aquí la tierra “se abría”, relata una jovencita de 13 años que vio como una de sus compañeras era prácticamente tragada por la tierra; segundos más tarde, el mismo movimiento la expulsó con vida. Otros no corrieron la misma suerte: dos niños de 6 y ocho años murieron sepultados dentro de las enormes grietas que dejó el sismo.
Uno de los pobladores, José Bustamante, ha vivido en El Carmen desde hace 68 años, su tragedia fue más allá de perder todo. Después de poner a salvo a su esposa corrió a rescatar a los niños que se encontraban soterrados en la escuela a unos 100 metros de donde estaba localizada su casa. Luego de varios minutos se dio cuenta que el terremoto también le había arrebatado a su nieto de 6 años. “ Cuando lo sacamos lleno de sangre no sabía que era él…de regreso a mi casa me encontré con mi hija y le dije ‘confórmate hija, son cosas de Dios’ ”. A unos diez metros de donde ahora don José cuenta su historia, unas velas dan muestra de luto: la familia de doña Isabel Paredes, todavía lamenta su muerte.
La tragedia en Verapaz golpea a fondo; en casi todos los supervivientes se percibe el dolor y el sufrimiento; lo han perdido todo, mejor dicho casi todo. Su esperanza pareciera no morir; algunos todavía son capaces de sonreír y dicen estar dispuestos a “levantar su casita y seguir trabajando”.